Escribo estas líneas con el dolor presente de la ausencia de Pedro Casaldáliga, defensor de los vulnerables, azote de los poderosos, protector de las gentes indígenas a las que dedicó su vida desde la pobreza compartida, pese a las amenazas de las multinacionales y secuaces políticos y siempre desde la tierra que defendía y amaba como parte propia de la existencia humana.
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