Artículo publicado en infoLibre.es
En 2013, el nuevo embajador de Estados Unidos en República Dominicana, James «Wally» Brewster, dijo una frase que hizo saltar las alarmas a algunos representantes de la religión cristiana en la isla caribeña y a no menos sectores conservadores: «Nos encanta el béisbol». El problema no era la afición del diplomático por este deporte que allá es de auténtico culto, sino, como bien reflejó por aquel entonces la BBC, el plural “nos”. Más aún. En un vídeo alojado en la web de la legación norteamericana, remachaba: «Los dos estamos muy contentos de poder regresar a nuestro segundo hogar en la República Dominicana». En el vídeo, el embajador aparecía junto a su marido, Bob Satawake, y hablaba en primera persona del plural.
Católicos y evangelistas se disgustaron entonces por la presencia de la pareja en actos oficiales y eventos, hasta el punto de que, tres años después, pidieron al presidente Barak Obama que retirase a su embajador. Pero apenas consiguieron 33.000 apoyos. También el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez mostró su desacuerdo refiriéndose a Bob Satawake: «Como esposa que es de un señor, que se ocupe de la casa. Eso es lo que tiene que hacer”. En los propios términos de la expresión estaba el desprecio por la persona y su condición.
La boda
El uno de junio, los autores de este artículo, recién casados también, tuvimos el honor de oficiar una ceremonia de celebración de boda en un lugar paradisíaco del pirineo oscense, en Ligüerre de Cinca. Previamente, el casamiento en sí mismo, se había celebrado unos meses antes ante un notario madrileño, de acuerdo con la ley 13/2005 de 1 de julio por la que se modificaron varios artículos del Código Civil (arts.44,66,67, entre otros) que autoriza el enlace entre personas del mismo sexo y en cuyo preámbulo se dice “…la ley permite que el matrimonio sea celebrado entre personas del mismo sexo, con plenitud de derechos y obligaciones cualquiera que sea su composición…”
La boda fue de dos excelentes amigos dominicanos y, ahora, también españoles: el cirujano plástico Jesús Abreu y el productor de teatro José Llano. Se casaron, por fin, tras 19 años de relación y dos hijos de Jesús (Katlheen y Richard), y dos (María José y Jesús María) de ambos, en armonía con las respectivas familias, respondiendo al lema acuñado por ellos: “Donde hay amor hay familia”. Fue una celebración entrañable y emotiva, que tuvo su reseña en El Listín diario que recoge bien las palabras de los contrayentes:
“… Sabes que eres mi lado derecho de la cama y la mitad izquierda de mi corazón», (Jesús Abreu).
«… Jesús, expresar lo que sentimos a quien amamos es un ejercicio de todos los días,.. «, (José Llano).
¿Le puede parecer mal a alguien que, en 2024, tras casi dos décadas de vida en común, dos personas se comprometan a continuar juntos toda la vida y a cuidar de su familia, celebrando y demostrando el verdadero amor? Pues sí. El odio y la homofobia camparon después por sus respetos, cuestionando su derecho al matrimonio.
Pero lo que vimos allí fue el amor de dos personas con ansias de vivir y gritar con valentía que se quieren con amor serio y maduro, en igualdad y con verdad, y, sobre todo, una unión construida en libertad, de acuerdo con una ley para todos, sin discriminación por razón de sexo.
Con la Iglesia topamos
Nunca hemos entendido ni jamás lo haremos ese afán de rechazar al otro, gobernar su vida y cuestionarla. Pero aún es más difícil comprender, como fue el caso citado del representante de la Embajada norteamericana, que nos acompañó en la ceremonia, el papel ferozmente contrario de los representantes de la iglesia.
Con auténtica indignación hemos asistido a los comentarios de quienes creen representar las esencias del pensamiento cristiano. Valgan los ejemplos del pastor evangelista Ezequiel Molina Rosario a través de su cuenta X o el pastor Euri Cabral. La náusea del primero ante el matrimonio y la benevolencia del segundo “perdonando” la vida de los contrayentes da una imagen clara de la posición de los hombres que se ocupan en República Dominicana del alma de sus feligreses. Portadores de una moral terrible, basada en la hipocresía como martillo mortífero contra el “transgresor”, estos pastores no salvan almas, sino que las condenan previamente sin solución.
Nos recuerdan a los falsos profetas, auténticos sepulcros blanqueados, que se indignaban porque Jesús trataba a todos por igual. ¿Con qué derecho se creen para impartir bendiciones en una sociedad regida por la igualdad de derechos? ¿O es que, acaso, siguen pensando que vivimos en una sociedad patriarcal y machista en la que las personas LGTBI+ no cuentan para ser felices?
El amor debería ser el motor que mueve el mundo, aunque vivimos tiempos difíciles para que esto sea así. Demasiado odio e incomprensión se destila en muchos escenarios
Sin embargo, con racionalidad, el experto en Derecho constitucional Eduardo Jorge Prats ha destacado que la Constitución de la República Dominicana no prohíbe el matrimonio entre personas del mismo sexo: “Conforme al derecho internacional privado, un matrimonio o unión igualitaria celebrado en el extranjero es válido, pues la Constitución dominicana no los prohíbe, sino que apenas promueve los matrimonios y uniones heterosexuales, por lo que no violan el orden público interno.”
Vergüenza
Para vergüenza del género humano, en el mundo amar a quien uno quiera no es fácil, y así lo señala el Informe de 2020 de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex (ILGA por sus siglas en inglés), donde se explica que el matrimonio entre personas del mismo sexo es una realidad en, al menos, 30 países de los 193 Estados miembros de la ONU. Como ven, no es una cifra espectacular.
El amor debería ser el motor que mueve el mundo, aunque vivimos tiempos difíciles para que esto sea así. Demasiado odio e incomprensión se destila en muchos escenarios. Y pese a los maledicentes y a quienes quieren implantar un juicio de valor que sentencia a miles y miles de seres humanos a la desesperación, nos sentimos muy satisfechos de haber sido testigos del triunfo del amor de nuestros amigos. Ellos, son paradigma de valentía y de amor sano, sin tapujos; son luchadores natos que saben que ser paladines en esta lucha les traerá complicaciones, pero resultan un ejemplo para muchos. La lucha por la igualdad de derechos en este ámbito, como en tantos otros, debe continuar frente al negacionismo y el fundamentalismo de santones que, haciendo gala de su falsa moral, desprestigian los mismos valores de amor y comprensión que dicen defender.