Hace más de dos meses que nos encontramos sumidos en nuestro particular Gran Hermano en el que las paredes de cada domicilio guardan las propias pasiones y rutinas, mientras en paralelo se desarrollan las historias singulares de millones de personas en otros tantos hogares de nuestro país y del mundo. La pandemia nos ha convertido por una vez en un universo de individuos que, desde la soledad, compartimos el miedo a la enfermedad y abordamos una vida extraña asimilada a velocidad de vértigo y a la que acompaña la incertidumbre por lo que vendrá después.
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