Por José Membrive
Para D. Juan Viedma, nuestro común tutor y amigo)
Cuando presento un libro no suelo prepararme un discurso, pero sí un esquema previo se refuerza y matiza minutos antes de mi intervención, según el ambiente y la emoción que se respira. Estoy convencido de que cada presentación encarna y reproduce el espíritu del libro. En esta ocasión, no sé por qué, al aproximarse la hora de mi intervención me vino a la mente, o tal vez al corazón, la idea de que, ante todo, estábamos ante un ensayo sobre el amor, en su dimensión social.
Fragmentos de la hermosísima carta de Einstein a su hija Lieserl asaltaron mi mente como manadas de caballos salvajes. No comprendí nada. Yo iba a hablar de La Encrucijada, de mi amigo y maestro Baltasar Garzón, todo un lúcido manifiesto humanista por la reconstrucción tanto individual como social. Un libro de crítica dura, un SOS por la salvación humana y planetaria. ¿Pero cómo hacer que los mismos que estamos hundiendo el planeta, de pronto nos constituyamos en sus salvadores? ¿Qué ha de pasar para poner en marcha este urgente, imprescindible y hermosísimo proyecto?
Y entonces fue cuando resonó en mi interior la voz de Einstein. Sí, en el interior humano existe “una fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza que incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo. Esta fuerza es el AMOR.”
Siempre he pensado que la ética es la plasmación más nítida de amor colectivo. Alguien que renuncia a enriquecerse por el bien de la comunidad es alguien que la ama profundamente y predica con el ejemplo.
Y entonces caí en la cuenta de la ligazón entre la carta de Einstein a su hija y la Encrucijada, o carta de Garzón al mundo: el amor, la entrega por el bienestar social, plasmado en el comportamiento ético.
“Sin ética hay dejación en la vigilancia sobre los derechos humanos y la corrupción se hace fuerte y reina la impunidad”-afirma Baltasar
Un acto ético es necesariamente amoroso.
Mientras subía al estrado, confuso, sin argumentario, recordé la frase del científico “Si un día tienes que elegir entre el mundo y el amor… recuerda: si eliges el mundo quedarás sin amor, pero si eliges el amor, con él conquistarás el mundo” (Einstein)…
Baltasar lo dice de otra manera: “Es completamente cierto y así lo prueba la historia que en el mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez” La Encrucijada (Baltasar Garzón)
¿Y qué puede llevarnos a emprender un camino imposible sino la fuerza del amor?
Esfuerzos gigantescos que solo alguien impregnado de amor puede comprender,
Y Einstein apunta que “El Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos, y permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo.
Baltasar complementa “Es en los momentos más difíciles cuando se aprecia la esencia de lo que nos hace humanos… Sin ética hay dejación en la vigilancia sobre los derechos humanos y la corrupción se hace fuerte y reina la impunidad.
Donde Einstein dice amor en abstracto, Baltasar se refiere a la ética o amor en acción.
Me sorprendió a mí mismo la necesidad de apelar al amor como recurso de salvación social. ¿A qué venía ahora ese brote de frases, de sentimientos, de emociones?, ¿por qué necesitaba hablar desde el corazón?
Bueno, pensándolo bien, tal vez tendría que ver algo que volvía a mi tierra después del largo periodo de pandemia, y que no paraba de recibir abrazos de amigos y compañeros que hacía décadas no veía. Amigos del seminario, de la universidad, algún camarada de la extinta Joven Guardia Roja. Hacía más de veinte años que no veía a muchos de ellos. Cincuenta, hice las cuentas con el sacerdote-tutor. Cincuenta años sin vernos y la amistad, el abrazo surgió con la fuerza y espontaneidad juvenil.… todo un capital sentimental, de distintas etapas encarnadas en personas con ideas diametralmente opuestas sobre la política, pero entrañablemente unidas a mi corazón, a mi memoria.
La encrucijada habla de eso: el humanismo, una patria común para todos amparados por las mismas leyes.
“La tarea del progresismo humanista es común en todos los países: se trata de activar otra vez la ética y los valores que nos hacen personas… Es el momento de reivindicar la necesidad de una justicia en la que la ética sea su valor principal.
Ya en mi intervención resalté que La Encrucijada es un grito nacido del corazón en unos momentos durísimos tanto socialmente, como para el autor, atacado por la pandemia. Y que su escritura en sí, constituyó un colosal acto de amor.
Un ejemplo de fe, de compromiso: cuando tu vida corre peligro y dedicas todos tus esfuerzos y preocupaciones a buscar métodos, ideas y caminos para dejar a las generaciones venideras un mundo más plácido y justo, estás poseído por esa una fuerza extremadamente poderosa que Einstein denomina amor.
También recordé que la osadía de Baltasar le viene de lejos. Algún partido en el que siendo un auténtico adolescente de 12 años no tenía inconveniente en pedir explicaciones a un árbitro de dos metros, jugándose el pellejo. Genio y figura. Después vendría la lucha contra el narcotráfico, contra Eta, contra el Gal o la Gúrtel, pero el libro emana de la más sangrante actualidad:
Hemos podido ver que, agazapada tras el coronavirus, acechaba la peste de las dictaduras y de la mentira.
No hay que irse al pasado:
El mundo sufre una incuestionable crisis. Terribles masacres, genocidios y crímenes contra la humanidad, ataques terroristas, yihadismo, destrucción sistemática del medio ambiente, explotación irracional de los recursos naturales, guerra que asola ya a demasiados países… Las respuestas a estos conflictos deberían hacernos salir del letargo en el que parece que nos encontramos.
Se trataba de ponernos en marcha, de conectarnos
“Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía universal, querida Lieserl, comprobaremoscque el amor todo lo vence, todo lo trasciende y todo lo puede,
porque el amor es la quintaesencia de la vida. (Einstein)
Y el acto acabó, pero no terminó: prosiguió después en la explanada de la catedral y más tarde en el restaurante donde cenamos y tuvo su continuación al día siguiente en Bedmar, ante amigos de toda la vida, tanto los que conocíamos desde hace años como los que conocimos ese mismo día.
Y entonces comprendí que el reencuentro había puesto en marcha la salida de la Encrucijada de cada uno. Fue un reencuentro amoroso, transformador, iniciático. La mayoría de los que estábamos allí, soñábamos no ya con nuestro presente, sino con dejar a nuestros hijos un mundo más digno. Y eso, no sé por qué me emocionó.
Una energía antigua y renovada desveló que lo que se vive con intensidad permanece siempre vivo en algún rincón del alma, en plenitud.
Ahora solo queda que nos sigamos dejando llevar por esa fuerza extremadamente poderosa:
El amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos y permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. “El amor revela y desvela, por amor se vive y se muere, el Amor es Dios y Dios es Amor”, -concluye el maestro Einstein.
Y paralelamente Baltasar apela a la plasmación práctica de esa fuerza:
Es el momento de reivindicar la necesidad de una justicia en la que la ética sea su valor principal.
Al despedirnos, al día siguiente, tuve una sensación optimista de que estábamos comenzando a salir de la encrucijada. La ciencia y el corazón festejaban el nupcial enlace entre el amor y la ética como revulsivo necesario para la transformación del mundo y para nuestra redención social y personal.