De ‘Los miserables’ a Almodóvar : el juez Garzón responde con música, cine y libros al cuestionario ODS

El magistrado reflexiona en El Español, con datos y todo tipo de referencias culturales, sobre los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Es uno de los juristas más famosos de nuestro país y con más prestigio a nivel internacional. Pero la dilatada carrera de Baltasar Garzón (Torres, Jaén, 26 de octubre de 1955) no solo se ha centrado en la judicatura, sino que ha transitado por ámbitos tan diversos como el de la política o la literatura.

Ahora el exjuez, además de presidir la Fundación Internacional Baltasar Garzón (FIBGAR), acaba de publicar Los Disfraces del fascismo (Planeta, 2022), y se ha atrevido a responder al cuestionario de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para ENCLAVE ODS.

En cada uno de los 17 apartados, Garzón ha facilitado una reflexión, un dato, o la recomendación de una canción, una película o un libro. Una original forma de responder a este cuestionario:

1. Fin de la pobreza

Todo depende de qué entendamos por pobreza porque este concepto ha ido evolucionando en el tiempo, pero bien puede decirse que es la eterna utopía de la humanidad. Para que pueda convertirse en un objetivo posible, primero debemos terminar con todos aquellos intereses económicos que pasan por encima de las personas.

Por desgracia, el mundo que hemos construido —salvo en esos momentos estelares a los que alude Stephan Zweig— en mayor o menor medida adolece siempre de idénticos defectos dentro de los cuales está la pobreza, pero también otros como la desigualdad, la xenofobia, el racismo, la intolerancia, la tiranía, la guerra, las ansias de poder y la sumisión del más débil.

Solo puntualmente se imponen la conquista de la libertad y de la democracia en lugares concretos de la tierra, o se hace realidad el Estado de derecho que permite una razonable concordia y comprensión entre gentes muy diversas. Debemos aprender a convivir sin sometimiento.

El mundo necesita definir los espacios políticos de una forma distinta a la tradicional, donde las diferencias se compensen con solidaridad e integración, con respeto al otro; adquiriendo conciencia de que somos una misma especie que cohabita en un mismo planeta y que nadie tiene derecho a adueñarse de todo, ni nadie debiera carecer de lo esencial para llevar una vida digna, acorde con su condición de persona.

La pobreza es una lacra que sigue asolando a más de dos terceras partes de la población mundial y para acabar con ella necesitamos progreso, pero también ser más humanos. Esto es lo que he llamado el progresismo humanista. Aquí el libro por excelencia que recomiendo es Los miserables, de Víctor Hugo.

2. Hambre cero

El hambre en el mundo es históricamente la primera preocupación global, anterior a Naciones Unidas e incluso a la primera guerra mundial. El Instituto Internacional de Agricultura fue creado en 1905, precisamente para acabar con este flagelo. La labor de este Instituto fue asumida tras la Segunda Guerra Mundial por la FAO (Food and Agriculture Organization).

A pesar de tantos esfuerzos, aún no hemos sido capaces de acabar con el hambre en el mundo. Parece increíble. Peor aún, la oficina africana de la FAO advertía durante la pandemia, de que la crisis económica derivada de las restricciones aplicadas para contener la expansión de la enfermedad llevaría a incrementar en más de ochenta millones el número de personas que iban a pasar hambre, en una grave escalada sobre la ya difícil situación.

Tras la COVID 19, vino la guerra en Ucrania. En junio de este año 2022, Naciones Unidas calculaba que este conflicto puede provocar que se incremente en 13 millones más el número de personas que hoy padecen hambre en el mundo. La suma total debería espantarnos. Se calcula que en torno a 800 millones de seres humanos padecen hambre o, como se dice ahora, carecen de seguridad alimentaria.

Es muy acertado el poema del periodista y poeta venezolano Aníbal Nazoa que conocemos bien gracias a Soledad Bravo y Rosa León. Se titula El punto y la raya. Dice que los mapas están hechos de puntos y rayas delimitando países pero que en realidad tales símbolos no existen, sino que se han inventado para que las hambres de cada uno estén siempre separadas.

Las fronteras son ficticias, sólo existen en los mapas y en nuestras mentes, y han sido creadas para distanciarnos. A estas alturas las naciones deberían tener claro que la guerra siempre trae hambre y que sólo en paz fructifican los esfuerzos por acabar con ella.

3. Salud y bienestar

La salud es la base para afrontar todo lo demás. Por eso la sociedad tiene que apoyar y mimar al personal sanitario que nos cuida y exigir que se invierta en investigación. Una administración que descuida la sanidad pública está abocada, antes o después, a la catástrofe. Y más aún, los países deben hacer suya esta doctrina de proteger la salud de los ciudadanos.

En agosto de 2020, la Organización Mundial de la Salud se mostraba especialmente preocupada por la forma en que el virus afectaba a los pueblos indígenas de América. No era para menos. Ese verano se reportaban cifras que alcanzaban los setenta mil casos de coronavirus y más de dos mil muertes entre los miembros de diferentes tribus.

Apenas un mes antes, Jair Bolsonaro vetó diferentes aspectos de una ley aprobada a mediados de junio por el Congreso, que preveía impedir que la pandemia se extendiera por el territorio indígena. Así, se produjo el impedimento a las disposiciones que obligaban al Gobierno a asegurarles agua potable y materiales de higiene.

Sobran las palabras. No es de extrañar que sesenta sindicatos y movimientos sociales relacionados con la salud, presentaran una denuncia por genocidio contra Bolsonaro ante la Corte Penal Internacional. La razón era la de alentar acciones que podían aumentar el riesgo de expansión de la pandemia y por negarse a implementar políticas en defensa de las minorías.

En el documento justificativo, que representaba a un millón de profesionales del sector y que apoyé junto a muchos más, se señalaban fallos graves y mortales en la gestión gubernamental.

Sin salud no existe bienestar. La salud es un derecho humano consagrado en la Declaración Universal, pero también, debido a su importancia, en muchos países es un verdadero negocio y muy rentable, con todo el sesgo discriminatorio que supone que pueda acceder a ella sólo quien pueda pagarla. Esto exige un trabajo común para que las cosas cambien y, previamente, reconocer la realidad en la que vivimos como primer paso para transformarla.

4. Educación de calidad

Con la educación ocurre lo mismo. En muchas ocasiones es un muy rentable negocio que discrimina al brindar educación de calidad únicamente al que pueda pagarla. La educación es un derecho humano, por lo que debiera estar al alcance de cualquiera que desee acceder a ella.

La educación es también la base de una convivencia armoniosa y pacífica entre nosotros y con la naturaleza. Debe estar orientada a permitirnos desplegar nuestro máximo potencial, incluida la formación de buenos profesionales que sean competentes tanto en lo técnico como en lo ético.

La formación, desde la más tierna infancia, en derechos humanos y respeto al otro, es la que permite alejarnos del racismo, la xenofobia, la intolerancia y la desigualdad. La educación es, además, fundamental para el correcto funcionamiento de la democracia y de las instituciones en las que ella se sustenta como, por ejemplo, el sufragio universal.

Un pueblo culto es un pueblo que no se dejará engañar fácilmente por falsas promesas o por los bulos y noticias falsas que la ultraderecha y el neofascismo, propagan hasta la extenuación.

Ahora bien, se trata de educar en el respeto a la diversidad y a la vida en común y no en la uniformidad y el igualitarismo. La educación es el vehículo para cambiar el paradigma del hombre moderno —preocupado apenas por sentirse cómodo, limpio y bien alimentado—, por el concepto de ser útil a la comunidad y a sí mismo, es decir, de convertirse en un hombre feliz al margen del consumismo.

Hay una película de Almodóvar que me impactó por su forma de narrar los efectos de la educación en los años más delicados de la dictadura y postdictadura franquista. La mala educación. Un film siempre recomendable.

5. Igualdad de género

Me gusta esta frase de Clara Campoamor: “El feminismo es una protesta valerosa de todo un sexo contra la positiva disminución de su personalidad.»

No hay justicia social sin justicia de género. Tampoco la democracia es real cuando cuestiona, ningunea y maltrata en todos los sentidos a las mujeres. Son ideas que conocen bien las mujeres de todas las épocas y de todos los países y que los hombres deberíamos tener a estas alturas asimiladas.

No tiene sentido ni existe justificación alguna para que la vida, el trabajo, la seguridad y el esfuerzo sean distintos por el hecho biológico de haber nacido con uno u otro sexo. Desgraciadamente, seguimos inmersos en esa sociedad patriarcal con dejes machistas que se reflejan en casi la totalidad de los ámbitos de la convivencia ordinaria.

Todavía es necesaria mucha pedagogía entre los jóvenes, sector en el que se aprecia un riesgo de regresión con unos rebrotes de agresividad hacia la mujer muy preocupantes. Las noticias nos alertan de que la situación sigue inquietando. Al contrario que en el siglo pasado, en el que el problema estaba invisibilizado por miedo, por tradición, por acomodación social, ahora es más evidente y se le presta mayor atención, pero la violencia, tanto física como psicológica, incluidos los asesinatos por razón de género, no cesan, sin respetar edad, ni condición social, nivel educacional, ni creencias.

Tengo que referirme a la justicia porque deberá tutelar que los demás cumplan a cabalidad lo que les corresponde. La educación de jueces y juezas es fundamental para transitar desde una justicia puramente formal hacia una que proteja los derechos de la otra mitad de la población.

También la educación es el camino para eliminar otra lacra, la de la desigualdad laboral, un camino largo para cuya andadura no se puede esperar más.

Hay muchas más, pero como ya he hablado de ella, recomiendo la película Clara Campoamor. La mujer olvidada, dirigida por Laura Mañá y protagonizada por Elvira Mínguez.

6. Agua limpia y saneamiento

Nuevamente hablamos de derechos. Naciones Unidas reconoció en 2010 el derecho humano al agua y al saneamiento. El problema es garantizar el disfrute de estos derechos en países pobres, pero también en todo el mundo ante la creciente amenaza que supone el cambio climático.

Ya se sabe que hay ciertas zonas del planeta que se verán severamente afectadas. Hay que tomar medidas, y eso cuesta dinero. Hay países que podrán afrontarlos y otros no, lo que previsiblemente traerá conflictos y más migraciones forzadas por la falta de agua.

Ya existen en Latinoamérica conflictos por el agua. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos en su resolución 1/2020 señala la dificultad del acceso al agua o al saneamiento como uno de los principales desafíos del continente, además de otros como la inseguridad alimentaria, la contaminación ambiental o la violencia generalizada.

África sufre también con las sequías, pero además padece de falta de infraestructuras para facilitar el acceso al agua, por lo que muchas veces quienes viven allí deben recorrer largos trayectos para acceder a un bien tan básico y necesario para la vida.

El agua también inspira poesía, por lo que permítanme que les sugiera escuchar la canción de Camarón Como el agua. “…Como el agua clara. Que baja del monte. Y así quiero verte. De día y de noche…”.

7. Energía asequible y no contaminante

Es increíble que en pleno siglo XXI todavía estemos quemando carbón y petróleo, cuando ya sabemos el enorme daño que este tipo de energía provoca al planeta en el que habitamos todos y, además, cuando ya existen tecnologías para producir energía no contaminante. La única explicación posible para ello (y es enormemente decepcionante), radica en la avaricia de unos pocos y la falta de coraje de aquellos que gobiernan nuestros países.

Creímos que la pandemia supondría un paréntesis, porque cuando todo se detuvo, el planeta comenzó a recobrarse. Sin embargo, nos reactivamos y retornamos a lo de siempre.

La guerra en Ucrania parece ser otro punto de inflexión, aunque en un sentido diferente, pues se buscan alternativas al gas, el petróleo y el carbón rusos, y para ello se ha incentivado la producción de energías limpias, pero también se ha autorizado, aunque temporalmente, el regreso al carbón, acercándonos peligrosamente a un punto de no retorno con respecto al cambio climático.

Ahora bien, hay que ser cuidadosos porque las llamadas energías limpias producen residuos contaminantes que deben ser tratados adecuadamente, si no queremos reemplazar un problema por otro.

Aquí mi pensamiento es para las generaciones más jóvenes, en especial para mis nietas y nietos.

8. Trabajo decente y crecimiento económico

El trabajo decente, (o digno diría yo), es también un derecho humano reconocido en la Declaración Universal y en el Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales. Tenemos además a la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que ha hecho y sigue haciendo una encomiable labor, llegando a dónde otros no se han atrevido. La Organización Mundial de la Salud (OMS), también ha fijado los límites para ciertos trabajos nocivos para la salud.

En cuanto al crecimiento económico, es una reivindicación, en el entendido que, a mayor crecimiento habrá más y mejores empleos. Lo que los ciudadanos desean no es sino esto, conseguir un trabajo digno, que les permita atender a las necesidades de sus familias e ir más allá de lo primario, disfrutar del ocio y del tiempo libre algo que el crecimiento económico ayuda a lograr. Pero cuidado, el crecimiento económico no puede hacerse a costa del medioambiente.

Nuestro planeta es finito, por lo que nuestro crecimiento económico en base a la explotación de los recursos naturales, también lo será. El punto es si nos detendremos antes o después. Antes, porque seremos conscientes y responsables y aprenderemos a vivir en armonía con el medio ambiente, o después, por fuerza, porque ya lo habremos devastado todo. Debemos aprender a crecer económicamente de otra manera, produciendo conocimiento, arte y cultura.

Recuerden esa canción de Luis Pastor a finales de los 70 titulada Están cambiando los tiempos que dice: “exigimos lo que es nuestro, lo que siempre nos negaron. Los medios de producción, la flor, el pan, el trabajo…” De eso se trata.

9. Industria, innovación e infraestructuras

La base para la prosperidad pasa por incentivar la industria, impulsar la innovación e invertir en infraestructuras. Esos tres factores son el escopetazo de salida para la carrera hacia el bienestar y la prosperidad de un pueblo.

Pero debe hacerse con respeto al medioambiente, es decir, de manera sostenible, para no hipotecar el futuro de nuestros jóvenes, sin olvidar su realidad actual y teniendo en cuenta que es preciso darles salida profesional para que su conocimiento y visión fresca se vuelque en la sociedad a la que pertenecen y no se vean obligados a emigrar por la falta de puestos de trabajo o de incentivos.

Nuestros jóvenes son el futuro, pero también el presente. Aquí mi pensamiento es para ellos, por lo que me viene a la memoria la canción de mi querido amigo Paco Ibáñez, Juventud, divino tesoro.

10. Reducción de las desigualdades.

Una sociedad que no busca erradicar la desigualdad bien sea en el capítulo económico, de género o raza, está condenada al fracaso. Formar a niños y adultos en la convicción de que todos tenemos los mismos derechos y debemos tener las mismas oportunidades, es crucial para que la democracia sea real. Pero estos criterios también deben aplicarse más allá, entre los diferentes países.

Hay quien se confunde y dice que la igualdad absoluta es perjudicial. Seamos claros, está bien y es necesario premiar el mérito y el esfuerzo, por supuesto, sabiendo que acabar con la desigualdad no va en contra de esto. Rousseau decía que la verdadera igualdad no se encuentra en que la riqueza sea la misma para todo el mundo, sino en que ningún ciudadano sea tan rico que pueda comprar a otro ciudadano, ni que sea tan pobre que se vea obligado a venderse.

Creo que aquí la palabra mágica es empatía. Hay que enseñar a ponerse en el lugar del otro y trabajar para que se reduzcan al máximo posible las distancias abismales que existen entre los que más y los que menos tienen. Es de justicia.

Mi recomendación aquí es la película El Lobo de Wall Street, con Leonardo Dicaprio.

11. Ciudades y comunidades sostenibles

La ciudad, etimológicamente hablando, proviene del latín civitas que refería al lugar donde habitaban los civis o ciudadanos. Con esto quiero decir que las ciudades modernas deberían estar construidas y diseñadas pensando en el bienestar de los ciudadanos. La ciudad en la que uno habita y desarrolla la mayor parte de su vida, debería ser siempre amable con nosotros, pero también con el medio ambiente, posibilitando el ejercicio de los valores de solidaridad y apoyo mutuo.

Algunos datos que aporta Naciones Unidas dan cuenta de esta necesidad. Se espera que para el año 2030 las ciudades estén habitadas por 3.500 millones de personas. En la actualidad, 883 millones de almas viven en barrios marginados, que en su mayoría se encuentran en Asia oriental y sudoriental.

Impresiona que las urbes ocupen solo el 3% del planeta, pero representen entre el 60% y el 80% de consumo total de energía y el 75% de las emisiones de carbono. Las ciudades, cuando crecen sin planificación y control, provocan problemas de suministro de agua, saneamiento, salud y convivencia, además de obligar a largos desplazamientos que acarrean más contaminación.

Recuerdo un cómic de Asterix, titulado Asterix y la residencia de los dioses, en el que los malvados romanos intentan someter a la indomable aldea construyendo una urbanización de lujo y sembrando la discordia entre los galos con la adjudicación de propiedades a ciudadanos de Roma. Es una descripción muy lograda, en tono festivo, de lo que supone la urbanización especulativa de un territorio.

12. Producción y consumo responsables

Conseguir un mundo habitable tiene que ver con nuestra propia capacidad de control y de ética. Debemos ser responsables con nosotros mismos, con el medioambiente y con las futuras generaciones que habitarán el planeta.

Los productores, las empresas, los gobiernos que regulan y controlan, tienen una gran responsabilidad, pero nosotros como consumidores también. Debemos informarnos de lo que consumimos y a partir de allí exigir como consumidores y gestionar nuestras preferencias con esta visión de responsabilidad.

Me refiero a que debemos estar al tanto de cómo se obtienen los productos que adquirimos; averiguar qué empresas son respetuosas con el medio ambiente y cuáles no; qué objetos se han elaborado con el trabajo prácticamente esclavo de niños y adultos, etc. Estos son criterios que debemos tener incorporados a nuestros hábitos de consumo.

Del mismo modo, no está de más que exijamos una postura ética en el trato a los animales o que se reduzcan los productos fitosanitarios a costa de vegetales menos “bonitos” o “tocados”. Igual que hemos aprendido a distinguir los productos de consumo más económicos o de mayor calidad, debemos aplicar estos conceptos a una mejor economía social optimizando las condiciones laborales de quienes obtienen los productos y exigiendo la calidad, en este caso traducida en el respeto al medio ambiente.

Otro aspecto indispensable es frenar el derroche de alimentos que en nuestra sociedad occidental realizamos continuamente, mientras en otros países hay hambre. Eso debería hacernos pensar y reaccionar.

Aquí mi pensamiento es para las tres “R”. Reducir, Reutilizar y Reciclar.

13. Acción por el clima

Hay muchas acciones pequeñas que podemos llevar a cabo por nosotros mismos, empezando por utilizar el transporte público en las grandes ciudades. Hace falta mucha pedagogía. Uno de los pocos efectos positivos de la pandemia de la Covid 19 fue la posibilidad que dio a nuestro mundo de iniciar un proceso de regeneración.

Esto quiere decir que, sin la acción humana, sin la contaminación ni la agresión química o la deforestación que son la tónica diaria, la naturaleza comenzó a recuperarse. ¿Cómo sería la vida si los seres humanos mantuviéramos un confinamiento continuo en aquellas acciones que producen la muerte y la degradación de la madre tierra?

No podemos seguir hiriendo de muerte a nuestro planeta, el único que tenemos, hoy amenazado por políticas ultraderechistas cuando no auténticamente fascistas, que instalan su discurso negacionista respecto de las violaciones de los derechos humanos y el cambio climático. En cierto sentido todos somos responsables de la destrucción del medio ambiente, pero hay quienes tienen una responsabilidad mayor, como la de aquellos que faltan a la verdad con toda desvergüenza.

Por ello, la Fundación que presido y que lleva mi nombre, se ha involucrado activamente en promover la adopción del crimen de ecocidio como un quinto crimen de competencia de la Corte Penal Internacional porque, entre otras medidas, los juristas debemos abogar para que destruir los ecosistemas deje de ser algo que se comete impunemente.

Ecocidio es un neologismo que proviene del griego “eco”, que significa en su origen “casa”, y del latín “cidium”, que significa “matar». Literalmente, matar nuestra casa, nuestro hogar, es decir, nuestro medioambiente en el que habitamos y del cual formamos parte.

Los esfuerzos de las Naciones Unidas, plasmadas anualmente en conferencias para buscar soluciones, suelen defraudar a los ciudadanos bien intencionados. La COP27 parece ser otro fracaso más de una larga lista en la que queda demostrada la ineficacia de las medidas actuales.

La acción discutible de jóvenes activistas climáticos “atentando” contra obras de arte en los museos es una llamada de atención desesperada para que pongamos nuestra mirada en lo que ocurre.

La tierra nos envía señales clarísimas, olas inusitadas de calor o de frío en momentos que no corresponden; glaciares que se deshacen; desprendimiento de bloques de hielo en los polos, especies que van desapareciendo por el cambio de condiciones de vida. Pero no estamos haciendo caso o, al menos, la respuesta es altamente insuficiente. Tengo confianza en que las nuevas generaciones sean capaces de reparar algo del daño que estamos perpetrando.

No dejen de leer y aprender de la encíclica del Papa Francisco Laudatio Sí, de 2015, que es un auténtico tratado sobre la defensa de la tierra y los derechos de la naturaleza, en la que aboga por el cuidado de “la casa común”.

14. Vida submarina

Hay que ver esos documentales que nos hablan de un nuevo continente plástico, para entender cómo estamos matando los océanos. Recuerdo dos que me impactaron. Uno se titula Océano de plástico y trata de cómo el periodista Craig Leeson, que pretendía narrar la búsqueda de la ballena azul, descubre en el océano residuos de plástico.

Junto a un equipo de investigadores recorren veinte localidades en todo el mundo durante cuatro años descubriendo unas verdades angustiosas sobre la contaminación por plástico que está produciendo graves problemas al medio ambiente y a nuestra salud.

El otro relato habla de El séptimo continente también conocido como la isla de basura o la plastisfera. Se encuentra en el centro del océano, con unas dimensiones inmensas y una acusación latente a la falta de sentido de los humanos.

También recomiendo aquel documental que produjo un impacto mundial, de Al Gore, Una verdad Incómoda (2006), que anticipaba lo que se nos venía, pero que desgraciadamente no logró detener ni concienciar a los gobernantes del mundo.

¿Qué tiene que suceder para que nos demos cuenta de que estamos acabando con nuestro planeta? No tenemos que buscar muy lejos, una realidad de este calibre la tenemos aquí en casa, en el Mar Menor.

15. Vida de ecosistemas terrestres

La Amazonia es el gran ejemplo de cómo los intereses multinacionales pueden acabar con la vida en la Tierra y, poniendo el ejemplo de Brasil, de cómo las políticas de ultraderecha son lesivas para los ecosistemas. Junto a esta destrucción directa, está el cambio climático, que los negacionistas rechazan, que también provoca la destrucción de los ecosistemas.

Creo que la imagen de los koalas huyendo de las llamas en los grandes incendios que estamos sufriendo en todos los rincones del globo y bebiendo agua de botellas que les suministran sus rescatadores, es un emblema de lo que está pasando y de lo que debemos preservar.

Y no deberíamos olvidar el reloj del fin del mundo que dio muestras de acelerarse al inicio de la pandemia. Una pandemia que, por cierto, los científicos consideran se debió a un virus procedente de un animal, como consecuencia de la deforestación y destrucción de su hábitat natural. El cambio climático también trae estas consecuencias.

Mientras tanto, se suceden discusiones y más discusiones sobre qué hacer, en vez de acelerar la transición energética y sancionar incluso penalmente a quienes atentan contra la naturaleza, mediante la tipificación del delito de ecocidio como el quinto crimen del Estatuto de Roma o como crimen de lesa humanidad perseguible por vía de la jurisdicción universal de acuerdo con los principios de la jurisdicción Universal Madrid-Buenos Aires de FIBGAR (2016).

16. Paz, justicia e instituciones sólidas

Sin paz no es posible prácticamente nada de lo anterior. Lo estamos viendo con la guerra en Ucrania. Sólo la paz permite proteger los derechos humanos, y a partir de ahí se necesitan instituciones bien organizadas y sustentadas en la ley, para garantizar el disfrute de tales derechos.

Por esta razón, la corrupción de las instituciones es un problema tremendo, que afecta incluso al funcionamiento de la democracia. La justicia, por ejemplo, debe alejarse de la política y no permitir injerencias o convertirse en instrumento de los poderosos. Lo contrario es deteriorar las democracias y dar carta de naturaleza a la instrumentalización del derecho como arma política mediante el lawfare (guerra jurídica), por desgracia cada vez más frecuente.

En paralelo, es preciso denunciar los escándalos que preñan el enriquecimiento ilegítimo de personas, empresas y países, así como la protección de quienes destapan estos escándalos de corrupción, los alertadores (whistleblowers), que muchas veces arriesgan su puesto de trabajo, su integridad física e incluso su vida. La corrupción es una lacra que se debe combatir desde todas las instancias, máxime cuando se implanta en los gobiernos.

17. Alianzas para lograr objetivos

Todo lo anterior me lleva a la conclusión que indica este objetivo: la unión, o al menos, la coordinación entre países es fundamental, y lo estamos viendo en estas últimas crisis que azotan al mundo.

Habitamos un mundo global y diverso. Estamos condenados a entendernos y a trabajar unidos si queremos sobrevivir como especie.

Me gustaría aquí rememorar la canción que fue el broche de Barcelona 92, Amigos para siempre, con el deseo de que así sea entre las personas y las naciones.

https://www.elespanol.com/enclave-ods/referentes/20221123/miserables-almodovar-garzon-responde-musica-cuestionario-ods/719928060_0.html