Lo urgente y lo irrenunciable

Artículo de opinion publicado en infoLibre.es______

En la la mañana del sábado 4 de octubre, llegaba la noticia de que Israel había ordenado a su Ejército parar la ofensiva sobre Ciudad de Gaza. Unas horas después, tras un ataque israelí en el barrio Al Tuffah, se daba por desaparecidas entre los escombros de las viviendas a 16 personas, confirmándose que, entre los fallecidos, había al menos seis niños y mujeres. Leo en El País que “según un recuento en morgues de hospitales realizado por informadores gazatíes, este sábado hasta las 18.20 (hora local), 54 personas habían muerto en toda Gaza por fuego israelí, 28 de ellas en Ciudad de Gaza”. Unas muertes sin sentido, dramáticas, que han venido a sumarse a las de 18.000 criaturas asesinadas dentro de la terrible cifra de más de 67.000 civiles, a los que los militares de Netanyahu han masacrado.

El mandato de frenar los crímenes ha sido consecuencia de la aceptación de Hamás a la propuesta de paz –así denominada– de Trump en acuerdo con Netanyahu. El presidente norteamericano está apretando las tuercas porque –dicen las malas lenguas– que corre el tiempo para presentar su candidatura al premio Nobel de la Paz, con fecha límite de 1 de febrero del próximo año. Y en esa probable situación, Trump obligó al primer ministro hebreo a pedir disculpas a Qatar por haber bombardeado en septiembre a la delegación negociadora de Hamás reunida en la capital qatarí. No en vano Qatar, Turquía y Egipto han influido en la decisión del Movimiento de Resistencia Islámica, que asegura ahora que liberará a los rehenes y se avendrá al proyecto de Trump en una respuesta positiva pero soslayada por un “sí, pero”, que aún habrá que ver a qué conduce.

Las noticias van muy deprisa. Esta nueva situación se producía cuando los miembros de la flotilla humanitaria interceptada en aguas internacionales por los israelíes aún continuaban retenidos y el clamor de la ciudadanía por su liberación y por el fin del genocidio se extendía por todo el globo.

Lo urgente

Llegados a este punto, ¿qué debemos pensar? ¿Hay que aplaudir el acuerdo auspiciado por Donald Trump y bendecido por Benjamin Netanyahu? No lo creo. Es una declaración de intenciones interesada con un fondo de protectorado e intereses crematísticos manifiestos. Vean si no los puntos 10 y 11 del documento:

10.- Se desarrollará un plan económico liderado por expertos en desarrollo urbano del Medio Oriente para reconstruir Gaza y generar empleo, oportunidades y esperanza.

11.- Se establecerá una zona económica especial con tarifas preferenciales y acceso negociado con países participantes.

Sobrevuelan sobre estas dos cláusulas los afanes de promoción turística de Trump para la Franja, que contemplan la expulsión total de sus habitantes. Con el agravante del nulo papel que se manifiesta de organismos internacionales como la ONU, en los que el presidente norteamericano no cree y le molestan. Pero no nos engañemos: mientras en el Consejo de Seguridad de la ONU haya cinco países con derecho a veto, es muy difícil que Naciones Unidas pueda emprender alguna acción contraria a los intereses de cualquiera de aquellos. La única solución sería cambiar la forma y el desarrollo de esos organismos.
No se me va de la memoria la cínica intervención de Netanyahu ante la Asamblea general hace muy pocos días en Nueva York, a la que, por cierto, se le prohibió la entrada al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, que tuvo que intervenir online. Netanyahu ridiculizó el reconocimiento de un Estado palestino como una «marca de vergüenza» y prometió «terminar el trabajo» en Gaza, la misma campaña que la Comisión de Independiente de la ONU había determinado, apenas una semana antes, que constituía un genocidio.

Mientras tanto, ¿qué hacer? Desde luego, abordar lo urgente, lo prioritario, es decir, aquello que no puede esperar, frenar la matanza, aportar ayuda urgente a una población que está siendo exterminada.
En esa tesitura, ese acuerdo o cualquier otro que sirva para parar el genocidio es útil. Aun cuando sea el producto de la megalomanía, de una parte, de un ultraderechista a quien le importan un bledo las personas y sus derechos fundamentales y, de otra, de un presunto genocida y su Gobierno con ansias de recrear el mito sionista del Gran Israel.

Lo urgente es por tanto parar la acción homicida de Israel y salvar la vida de los gazatíes. Una vez logrado ese objetivo básico, veamos qué es lo irrenunciable.
Mientras tanto, ¿qué hacer? Desde luego, abordar lo urgente, lo prioritario, es decir, aquello que no puede esperar, frenar la matanza, aportar ayuda urgente a una población que está siendo exterminada

Lo irrenunciable

A lo que bajo ningún concepto se puede renunciar es, desde luego, a que los verdugos, los genocidas, paguen por sus acciones.

La pauta la dio el Grupo de la Haya, como bien se destaca en el boletín número 36 de la Internacional Progresista: “Cuando el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, se acercó al podio de la Asamblea General de la ONU el 26 de septiembre, decenas de delegados abandonaron la sala en señal de protesta, dejando vacíos bloques enteros de asientos. Este éxodo no fue solo una reprimenda. Reflejó un punto de inflexión, ya que muchos de esos mismos Estados se reunieron a pocas manzanas de distancia para celebrar la mayor reunión hasta la fecha del Grupo de La Haya”.

En este evento, ministros de relaciones Exteriores de 36 países, aprobaron una serie de medidas, como detener las exportaciones militares y de doble uso; rechazar los envíos de armas israelíes en los puertos; impedir que los buques con bandera nacional transporten armas a Israel; revisar y cancelar los contratos públicos con empresas israelíes; buscar justicia a través de la jurisdicción universal; suspender las adquisiciones militares; retirar a las instituciones públicas de las empresas cómplices; e instituir embargos energéticos.

Los países deben, por tanto, conseguir la fuerza conjunta para enfrentar al victimario, eso es indudable. La diplomacia y las acciones conjuntas de sanción de las naciones son la fórmula indispensable para enfrentar a aquel y sus copartícipes. Pero, además, hay otra fuerza formidable que se ha hecho patente y que es, la que, en primer y último término, puede cambiar las decisiones de los políticos.

Me refiero a la ciudadanía. Me refiero a los valientes que navegaron contra marea, como los barquitos de vapor de la canción de Camarón, alimentados por el carbón de la solidaridad y el convencimiento de que allá donde los derechos de los seres humanos se conculquen, otros seres humanos deben acudir en su ayuda. Me llenan de orgullo las imágenes de las tripulaciones de la Flotilla avanzando en un mar de peligro y luego, manos en alto, aguantando el pánico ante la invasión de soldados armados hasta los dientes, siendo detenidos en aguas internacionales e ilegalmente transportados de forma arbitraria a un país ajeno.
Es el mismo orgullo que han sentido miles de ciudadanos en los puntos más dispares, manifestándose por tales sucesos y reclamando el fin del genocidio y el castigo de los genocidas.

Ese castigo es el otro punto básico de lo irrenunciable y ahí entra la Justicia como instrumento primordial. En ello está la Fiscalía española, que incluye en su indagación sobre los crímenes cometidos en Gaza «el alcance de los hechos y las circunstancias en que se han producido». Lo recabado se incorporará a las diligencias abiertas el 18 de septiembre, dirigidas por la fiscal de Sala Coordinadora de Derechos Humanos, Dolores Delgado. Pero no debe olvidarse que son crímenes cometidos por las autoridades militares y políticas israelíes (detenciones ilegales, secuestro, coacciones…) en barcos de bandera española, por ende, territorio español, y de acuerdo con el art. 23.1 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, su persecución es competencia de la justicia española.

Como bien dice en un comunicado la asociación Jueces y Juezas para la Democracia, sólo un derecho internacional creíble y eficaz es garantía de las condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional, como refiere el preámbulo de la Carta de Naciones Unidas. De ahí que también los jueces progresistas exijan “la adopción de las medidas necesarias para restablecer el vigor del derecho internacional en defensa de la dignidad humana que hoy se ve agredida y amenazada por las ilegítimas acciones del Gobierno y el ejército israelí”.

Digo más: en el ámbito de la política urge sumarse a la situación planteada en la Corte Penal internacional contra Israel, contra su primer ministro o su exministro de Defensa y todos aquellos responsables del Gobierno y ejército que han dispuesto las acciones criminales debatidas. Exijamos al Gobierno que proceda, que prescinda por supuesto de los burdos ataques de una oposición sometida a la ultraderecha y al parecer ligada a intereses de Israel, y que trabaje en la dirección que marcan los derechos humanos. Esa será su mejor contestación.

Pero también, exijamos a los jueces españoles y a los de los demás países que actúen en el marco de sus respectivas competencias ante la detención ilegal, coacciones y secuestros perpetrados sobre los componentes de la Global Sumud Flotilla.

Lo que está ocurriendo puede ser el principio del fin de la matanza, objetivo urgente, pero supone también la incertidumbre de qué puede pasar con las víctimas. Y aquí lo irrenunciable es la reparación integral, que recuperen su país, el Estado palestino internacionalmente reconocido, que nadie pueda expulsarles ni obligarles a renunciar a su vida. Obviamente no podrá recuperarse a aquellos que han sido asesinados y esto manchará, una vez más, la historia atormentada de una humanidad dirigida por múltiples líderes silentes, insensibles y cómplices (salvo algunos), que no han estado a la altura de las decisiones que debían adoptarse para proteger a las víctimas, y especialmente a la infancia. Lo que sucede en Gaza se titulará para la posteridad como el genocidio de niños en directo ante los ojos del mundo.

Creo firmemente en la conciencia ciudadana, que no es flor de un día, que aspiro vaya aumentando, que se mantenga vigilante y actúe, como ahora, frente a la injusticia. Esto es lo que, de verdad, puede transformar el mundo.